(Este poema no es mío, sino de Joan Sierra,
al que he mencionado anteriormente en este blog)
He llovido tanto que
ya no sé cuándo empecé,
ni cuándo terminaré.
Me levanto y te busco;
no veo nada, la casa
está inundada.
Abres la ventana.
Abres la puerta
de mi corazón.
Sacas el agua, me das
la mano
y me libras del mar
que he llorado.
Aunque no sé si es mío
o tuyo;
solo espero que sea
nuestro.
Me ahogo, intento
salir del agua.
Me agarras de la
pierna,
no me dejas ir.
Solo me hundes más.
Odio amar eso de ti.
Odio amarte a ti.
Pero entonces, cuando
me doy por vencido,
me llevas a la
superficie
y me enseñas a nadar
hasta la orilla.
Solo hasta allí.
¿Lo haces para que no
vuelva a por ti?
Entonces, solo, salgo
a la calle.
Sigo lloviendo.
Esta vez llevo
paraguas para que no me miren;
pero el paraguas
parece papel cuando te recuerdo,
y así es, vuelvo a
estar mojado.
Esta vez no estás
ahí para secarme.
No lo entiendo,
lluevo demasiado,
vuelvo a ahogarme,
y acabo ahogándome
junto a ti.
¿Quieres que lo
hagamos de nuevo?
No hay respuesta a esa
pregunta.
Tú eres la respuesta y
la pregunta.
No sé cómo.
Pero me encanta.
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