dissabte, 13 d’octubre del 2018

Por las rosas de nuestra tumba


    Después de ver cómo, día tras día, te alejas de mí, he empezado a comprenderlo. Tú no me quieres. No te importa lo mucho que me duela, ni lo mucho que me esfuerce. No te importan todas las veces que he dejado de hacer los deberes o de dormir por ti. Porque, ¿qué es lo que somos? ¿Amigos que no se hablan, una pareja que jamás se besará? ¿Acaso somos algo más que un par de sueños rotos?
    Lo eras todo, para mí. El viento que me encendía, la chispa que daba vida a mi hoguera. Pero, ¿recuerdas?, te dije hace ya un tiempo que el viento no solo me hace más grande; que si sopla con demasiada fuerza puede llegar a apagarme. Mi débil luz es incapaz de soportar un cambio como este. El viento que se ha mantenido durante tanto tiempo no puede desaparecer de golpe.
    Cada día, cada minuto, lo dedico a tratar de superarte. Me repito que no eres tan especial, que si lo intentara encontraría a alguien como tú. Que, además, no necesito a nadie; que estoy bien sola. Me digo que ni siquiera te darías cuenta si dejara de hablarte. Y, por desgracia, eso significa que cada día, cada minuto, lo dedico a pensar en ti.
    ¿Cuándo fue que te convertiste en mi corazón? ¿En todo lo que me importaba?
    Las rosas yacen en nuestra tumba, marchitas; rosas negras que ya no son para nadie. Pese a lo que respondiste cuando te enseñé la canción, ahora estoy segura de que nunca volverán a florecer. Las tormentas les arrancarán los pétalos sin piedad. La lluvia las va a alejar de dónde las pusimos para arrastrarlas hacia el río que corre sin parar, y no volveremos a verlas.
    Ya no quedan rosas para nosotros.

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